jueves, 23 de enero de 2014

Un paso al costado: historia de una renuncia Mundial


        El fútbol a veces funciona como un gran agujero negro: ciertas historias desaparecen y se imponen otras que hacen olvidar a las primeras. Gran parte de la búsqueda de este humilde espacio se trata de eso, de tirarle una soga a ciertos relatos para que no se hundan en el barro de la historia. Esta es una de ellas.
Mucho se ha hablado del Mundial de Argentina de 1978. Todos conocemos el contexto político y social del país durante esa época, el 6 a 0 a Perú, la final contra Holanda y las atajadas de Filliol. Pero poco se sabe de un hombre que estaba destinado a ser el capitán y referente de esa selección que luego se consagraría campeona del mundo.
Jorge Carrascosa, más conocido como “el Lobo”, se disponía a coronar una carrera de éxitos con la participación en la Copa del Mundo del ‘78. No era una pieza más de ese equipo. Integrante de la selección de 1974 que no había hecho un buen Mundial, el Lobo era el lateral izquierdo titular y capitán indiscutido del nuevo equipo de César Luis Menotti con una treintena de partidos en la albiceleste. Líder innato y referente dentro y fuera de la cancha, cargaba en sus espaldas con dos títulos nacionales a nivel de clubes: el Torneo Nacional del `71 con Rosario Central y el Metropolitano del ’73 con un brillante Huracán.


viernes, 20 de diciembre de 2013

El destierro de Barbosa


     ¿Cuán cruel puede ser la vida? ¿Y el fútbol? Los ejemplos históricos nos dicen que mucho. Generalmente no nos damos cuenta de las implicancias que algunas palabras tienen y el abuso que de ellas hacemos en el mundo del fútbol. “¡Partido de vida o muerte!”, titulan los diarios. “¡El campo de juego será un campo de batalla!”, sentencian los micrófonos de las radios. ¿Qué es más definitivo que la muerte? Ciertamente nada. ¿Y qué puede ser verdaderamente menos definitivo que el fútbol?
En eso estamos: en el camino de la desdramatización de este deporte. ¿Nos apasiona?, sí por supuesto. Pero que también nos debe llevar a poner en discusión el discurso de la fatalidad, el discurso del dramatismo. Ese discurso que ha elevado a los límites de lo inimaginable el componente naturalmente explosivo del fútbol y que puede servir para explicar en parte la violencia que ha generado. Gran parte de esto recorre la siguiente historia. Trágica, cruel, dramática, real.  
El día que Brasil lloró: documental sobre la final de 1950.
El “Maracanazo” fue la tragedia futbolística más grande de la historia. Medité la utilización de la palabra “tragedia” conforme a lo que venía diciendo en los párrafos anteriores. Decidí usarla porque así vivió el pueblo brasileño aquella derrota. Hasta tal punto fue así que, según cuenta la leyenda, el capitán uruguayo Obdulio Varela caminando disfrazado esa noche por las calles de Río de Janeiro pensó en devolver la copa, ante el llanto de cada brasileño que se cruzaba.

lunes, 13 de mayo de 2013

El peor Boca de la historia



Si algo nos ha demostrado el fútbol es su falta de absolutismo, de estatismo, de inmovilidad e inmutabilidad con el paso del tiempo. Nada ha resultado verdadero más allá de una cierta cantidad de años. Todo fue variando con cada partido, con cada minuto de juego transcurrido. Hasta con cada centro tirado al área. Ningún paradigma supo imponerse ni perpetuarse. Los clubes han cambiado su historia, fluctuado sus resultados, se han modificado sus destinos, apresurado su final, y también ha sido precoz el avance de otros. Lo aceptado hoy, refutado mañana. El campeón de hoy es un último en potencia. Tarde o temprano el juego dará su veredicto desfavorable. Un palo puede cambiar el destino, un error defensivo, hasta un fallo arbitral puede poner todo patas para arriba en un segundo. A la conclusión que llegamos siempre es la misma: así es el fútbol…
Pero no seamos tan fatalistas. No arrojemos todas las culpas sobre un deporte (el fútbol después de todo es sólo eso) que lo único que hace es exacerbar hasta limites insospechados el componente de azar que todos los juegos poseen. Fijemos el ojo en otras circunstancias, más mortales, que estén a nuestro alcance. Lo más cercano es lo más sencillo de modificar, y de ver también (preguntémosle al arquero sino, que siempre se encuentra a no menos de cien metros del gol propio pero que en cambio convive permanentemente con el gol ajeno. Mucho más cercano, mucho más a su alcance).
Boyé, Negri, Heleno, Yesso y Pin: delantera de 1948 desmantelada en el '49
En fin. Lo que quería decir -en resumen- era que entendemos mucho mejor el fútbol si nos apartamos al menos por noventa minutos de ese componente azaroso que no podríamos sino intentar reducir apenas un poquito. De eso se trata ¿o no? De reducir la suerte a una minima expresión. Propongo, en cambio -y tal como lo marcan las líneas de este pequeño espacio- un recorrido por otros caminos más al alcance de lo humano y sus contactos con la materia: con la pelota.
Pensaba a propósito del título de esta nota: ¿Qué mejor ejemplo para la teoría del cambio constante en el fútbol que este Boca? Que este presente del club Boca Juniors y cotejarlo con un pasado que parece remotísimo, hasta el punto de esfumársele de la memoria a muchas personas. Es lógico, nadie puede recordarlo todo. ¿Qué mejor demostración -pensaba- que una historia que parece que nunca hubiera ocurrido, que parece no ser real?

martes, 19 de junio de 2012

El primer ascenso de River


No hay casi nada en este mundo que no haya ocurrido al menos una vez. A quién no le sucedió de tener una muy buena idea (creemos que es muy buena) y luego, minutos después, descubrir con resignación y desilusión que ya se le había ocurrido a alguien en el pasado. Como lo manifiestan y reafirman las líneas sucesivas de este blog, el fútbol y todas sus implicancias que abarca para sí, no son la excepción a la regla. Este deporte es practicado por humanos, por hombre, mujeres y seres de cualquier género, y por ello no puede escapar a las leyes que impone este mundo que, alguna vez y por alguien (¿Eratóstenes? ¿Galileo Galilei? ¿Cristóbal Colon?), fue calificado de redondo. Todo tiene un origen, un pasado, y siempre ha habido una primera vez para todo. En el fútbol también, como no podría ser de otra forma. 

Esta historia trata de una primera vez. No de una cualquiera sino de una muy especial. De un ascenso que todos los hinchas del Club Atlético River Plate desearán que se transforme en el primero, porque si hay primero quiere decir que también habrá un segundo.

El relato debe hacer un gran esfuerzo para remontarse a épocas en las que, además de practicase el fútbol de manera amateur, no existía la difusión y repercusión de los grandes medios de comunicación que ya son habituales en nuestros días y, en consecuencia, no abundan los testimonios que evidencien los hechos que son motivos de estas líneas.

Leopoldo Bard: primer Presidente de River.
En 1908 todo era muy diferente. Tal es así que ninguno de los denominados clubes grandes del Fútbol Argentino se encontraba jugando en la Primera División. El deporte recién comenzaba a dar sus primeros pasos por estos lares y todo era muy nuevo: una organización extremadamente rudimentaria, campos de juego y estadios muy precarios, reglas que se encontraban en perfeccionamiento continuo, y clubes que aparecían y desaparecían de la noche a la mañana, completaban el panorama de esta práctica en nuestro país.

El 25 de mayo de 1901 hace su aparición en la escena de la época el Club Atlético River Plate fundado originalmente en el barrio porteño de La Boca. Con la recientemente formada "Football Association" (el 30 de abril de 1905) comienza la historia del Fútbol Argentino y la institución decide inscribirse en la misma para jugar la Tercera División. Luego de permanecer un año en esta categoría los riverplatenses se anotan en la Segunda División para disputar allí la temporada de 1906.

miércoles, 14 de marzo de 2012

Los grandes también caen. Tercera Parte

En esta tercera y última parte de grandes descensos en el fútbol mundial, saldré un poco de la tónica de las anteriores ediciones para centrarme especialmente en clubes no de la grandeza de un Milan o un Manchester United pero que, sin embargo, han hecho historia en sus respectivos países y por supuesto a nivel internacional. Si se inventara una escala medianamente precisa para establecer los cánones entre grandes y chicos, podría decirse de estos clubes como grandes pero de segunda línea, o grandes sin la magnitud de los gigantes ya desarrollados en la primera y segunda parte de esta edición. Terminaré el recorrido por España, elegido no de forma arbitraria sino porque es el país donde los equipos más ganadores nunca han descendido, tal es el caso de Real Madrid, Barcelona y Athletic Club de Bilbao. No obstante, en el país de la península ibérica se dieron un par de ejemplos dignos de repasar sobre equipos también considerados grandes.

Don Alfredo. Un historico que sufrió aquel triste descenso.
La tabla histórica de la Liga Española de Fútbol indica que el Valencia Club de Fútbol es el tercer equipo que más puntos ha obtenido a lo largo de los 80 años de existencia de esta competición. Aunque con algunos partidos menos, ha sabido aventajar en las últimas temporadas al Athletic Club vasco, equipo que junto con Barcelona y Real Madrid no saben de descensos. Valencia C.F. supo ganarse un lugar entre los grandes de España a fuerza de grandes triunfos tanto nacionales como internacionales. Luego del parate por el desastre de la Guerra Civil (que entre otras cosas destruyó el estadio de Mestalla), el club comenzó a fundar un futuro con aspiraciones de grandeza alcanzando sus primeros logros en la década de 1940 con la Copa del Generalísimo (hoy Copa del Rey) en el ’41, la Liga en el ’44, ’46 y ’47, y nuevamente la copa nacional en 1949. Décadas más tarde la institución se preparaba para asaltar la cima del continente en dos proezas que quedaron marcadas en su historia: el bicampeonato de la Copa de Ferias (posteriormente Copa UEFA y actualmente Europa League) en los años 1962 y 1963, superando en la final a Barcelona y Dinamo Zagreb respectivamente. Luego de otra edad de oro en la década del ’70 con la predominante figura de Mario Alberto Kempes, la institución valenciana cayo en una profunda crisis económica ya entrado el nuevo decenio producto de la partida de las viejas figuras pero sobre todo debido a la reforma completa del estadio de Mestalla para el Mundial de 1982.