viernes, 6 de enero de 2012

Un Rey Mago para el Bayern Munich

             No es casualidad ni coincidencia que este post salga a la luz un Día de Reyes. Como la tradición lo marca, todos los 6 de enero de cada año los niños esperan ansiosos la llegada del nuevo día para recibir los regalos. Pero la historia que aquí contaré no será un obsequio cualquiera. Había una copa, un campeonato de por medio, y este incidente -que fue más trascendente que el partido mismo- quedaría en los anales del fútbol para siempre.

             El 15 de mayo de 1974 no fue un día cualquiera para Miguel Reina. Tampoco para el equipo del cual era su arquero titular, el Atlético de Madrid, que luego de años de frustraciones y de soportar los 6 campeonatos continentales del Real a esa altura, llegaba por fin a una final de envergadura con el sueño grande de conquistarla. La cita era en el Estadio de Heysel en Bruselas, Bélgica, ante uno de los equipos del momento y que se preparaba para ser el conquistador de Europa por varios años más: el  Bayern Múnich del prestigioso entrenador alemán Udo Lattek que contaba, entre otros, con Sepp Maier en el arco, Franz Beckenbauer en la zaga y al tanque Gerd Müller en la delantera. La edad de oro del fútbol alemán alimentaba su sed de gloria en la base de este verdadero equipazo.

Miguel Reina padre de Pepe Reina, actual arquero de Liveroool.
            El equipo Colchonero llegaba en forma invicta a esta final pero diezmado producto de la dura serie jugada ante el Celtic de Glasgow en las semifinales del torneo. Con la experiencia y la sabiduría del gran Juan Carlos “Toto” Lorenzo en el banco madrileño, su equipo había superado a rivales como el Estrella Roja de Belgrado, el Dinamo Bucarest rumano y al Galatasaray turco.

           Ante más de 40 mil espectadores, el encuentro comenzaba como se esperaba, trabado y disputado más que abierto y con muchas chances de gol. Tal fue así que los 90 minutos reglamentarios finalizaron con el cero en ambas porterías y se debió recurrir al tiempo suplementario para definir quién sería el campeón. Hasta esta edición la historia marcaba que nunca se había dado un empate tan ajustado en el marcador y menos se había tenido que decidir la copa en un partido definitorio como lo estipulaba el reglamento, ya que no existían los tiros desde el punto del penal.



             En los primeros 15 minutos del alargue se logra romper el inexpugnable cero producto de un zapatazo inapelable del Luis Aragonés que acariciaba la gloria de ser quien le dé al Atlético su primer trofeo continental. Los avatares del destino hicieron que se llagara al fatídico minuto 119, a uno del final del encuentro. Tanto se lamentaría luego el protagonista de esta historia por aquel minuto fatal en el que se quedaría con las manos vacías. Literalmente con las manos vacías, primero porque a escasos segundos del pitido final se saca los guantes que tan útiles le habían sido a su equipo para posteriormente correr hacia atrás del arco y entregárselos en forma de obsequio a un fotógrafo del diario español Marca. El regalo costó muy caro debido a que el defensor alemán Hans-Georg Schwartzembeck, al ver a Reina lejos de su portería, intenta un disparo desde muy lejos que recorre unos 30 metros y se introduce en las redes Colchoneras para sorpresa y conmoción de sus aficionados. Con el pitido final la historia quedaba sentenciada, se debía recurrir a un partido desempate en las próximas 48 horas por primera vez en la competición.

Primera final de 1974: Atlético 1 Bayern 1 

              El recuerdo de Juan Carlos Lorenzo de ese momento sirve para comprender la magnitud del momento que se vivía: “Nos agarró una desesperación terrible. Vicente Calderón, el presidente, casi se nos muere en el camarín. A Reina no lo encontrábamos por ningún lado. Estaba refugiado en el vestuario del árbitro. Después apareció y me pidió la revancha. Se la di, pero no nos acompañó la suerte; el Bayern nos bailó y nos ganó 4-0….”. Era el final de una historia de las más tristes y desafortunadas que le tocaron vivir a Miguel Reina y su Atlético de Madrid. Los Colchoneros debieron esperar nada más y nada menos que 36 años para llegar a una final de Europa nuevamente, en ese caso en la Europa League y ante el Fulham inglés no habría tantas ventajas. Claro, no estaba un tal Miguel Reina en el arco madrileño.

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